Crónica de un entrenamiento accesible
La piscina olímpica del Centro Deportivo de Moncada desprende un intenso olor a cloro. Los casi cuarenta chavales que nadan sincronizados ya no lo notan. Nadan a croll, concentrados, al ritmo que marca el entrador desde el borde. Ya es casi julio y el calor aprieta, así que pasar las mañanas entrenando en la escuela de verano del
club deportivo Avant-Moncada es una buena alternativa para estos niños y niñas, y para sus padres y madres. No solo se nada, Avant está enfocado en la iniciación y perfeccionamiento del triatlón. De modo que, después de la piscina, toca correr y subirse a la bici.
Avant es un club especial. Un detalle lo hace distinto de otros clubs de su mismo estilo. Y es que de esos treinta y tantos jóvenes hay algunos con discapacidades como Síndrome de Down, enfermedades neuromusculares o parálisis cerebral entre otras. Rubén es uno de ellos, pero aquí no se siente diferente. Él mismo, con una gran sonrisa, dice que “la discapacidad no está reñida con el deporte”.
Y qué razón tiene. Entrenan juntos y no se nota ninguna diferencia. El compañerismo, el respeto y la inclusión flotan en el ambiente. Los monitores se esfuerzan por afianzarlo. Uno de los juegos consiste precisamente en generar confianza. Los niños y niñas se ponen por parejas, a uno de los dos le tapan los ojos y tiene que nadar o correr con las indicaciones de su compañero. Todo son gritos y risas, “¡no, por ahí no, más a la derecha!”, “¡cuidado que hay un árbol!”, “¡tienes que ir recto!”, “¡pero si no veo!”. Al cabo de un rato, cambio de roles. Todos experimentan así lo que supone verse limitados y lo importante que es, en esos momentos, tener ayuda de los demás.
La pausa para el almuerzo sirve para recuperar fuerzas. Los chicos y chicas charlan y bromean unos con otros, aquí no importa si eres más alto o más bajo, si vas en silla de ruedas o no. Aquí lo único que importa es disfrutar haciendo deporte.
